miércoles, 23 de marzo de 2011

¡Arriba parias de la tierra!

Millones de seres humanos (como tú o yo) mueren de hambre al día. 
¿Qué pasa? ¿No te produce el menor remordimiento?
Esta afirmación tan veraz y espeluznante como rutinaria, nos persigue allá donde vayamos, pero por desgracia somos capaces de convivir con ella sin el menor esfuerzo, nos refugiamos en nuestras vidas de ciudadanos 'primer-mundistas' cargadas de privilegios y bienes que aquellos a los que el azar colocó en otras zonas desfavorecidas jamás podrán permitirse.

Pero no es nuestra culpa, simplemente esta falta de empatía se la debemos al carácter de nuestra sociedad capitalista, creadora de individuos competitivos, capaces de pensar en su propio interés relegando al 'inferior' quien puede ser la traba de su éxito.

Debemos acabar con esta concepción económica y social. Ciertamente no podremos sentirnos culpables del tsunami acontecido en Japón, pero sí tenemos parte de culpa en la situación africana: Cuando tras el colonialismo dejamos un continente 'super-explotado' bajo tiranos que se han perpetrado en el poder hasta nuestros días.

Tal vez sea el momento de plantear una concepción alternativa dentro de la economía, la cual ha sido desprestigiada durante los últimos años, debido en gran parte a la propaganda americana: 'El comunismo'.
Actualmente nos hayamos bajo una tiranía propia de los regímenes más autoritarios, tal vez no sea un 'ente' político, pero su influencia mundial es indudable: Los bancos.

El pueblo debe formar un sistema económico donde el poder sobre la banca recaiga en el estado, no en sociedades bancarias que tan solo buscan su auto-enriquecimiento a costa de la desgracia ajena. Tal vez una buena alternativa a esto sea la formación de un régimen en el que el pueblo ejerza todo el poder económico, nacionalizando a la banca, así el gobierno tendría una libertad total dentro de la Economía.


Los trabajadores debemos pagar una crisis en la que sus principales culpables son los bancos y el capitalismo, quienes permanecen inmunes dentro de su castillo de cristal esperando a que el obrero los haga renacer...pues yo digo:
'¡Basta!, no más abusos, no se ría de mí en mi propia cara'.
Pongamos fin a esta gran farsa, donde los bancos juegan con nuestra vida.
Dejemos de ser sus conejillos de indias, reclamemos nuestros derechos: '¡Obreros del mundo uníos!'.

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