jueves, 18 de noviembre de 2010

¿Discutir?. No, gracias.

Que sensación es esa de discutir. Es como esputar diez veces y quedarte con más en el pecho guardado para ti. El alivio de lo dicho por el pesar de lo conseguido. No llegar a nada, mantener en vilo esa tensión que se puede cortar como la mantequilla y sin embargo no se puede solucionar tan fácilmente. Querer y no poder, callar por no agravar la situación y perder lo que en realidad de veras quieres, pero que sencillamente ha colmado tu paciencia. Dejar un libro abierto un día de intenso viento y luego llegar y no saber porque pagina te has quedado. Confusión, tristeza… y sobre todo malestar general, el virus de la discusión. El no saber porque se ha discutido puede repercutir aún más en ese malestar, y es que uno por mucho que diga no puede disimular que tiene sus topes y tarde o temprano, explota. Como si de una bomba atómica se tratara o peor, la bomba te mata, con esto sigues vivo y totalmente consciente para ver que destrozos dejas a tu paso y cuando llegue la calma, la posibilidad de tener otra recaída ya te mata por dentro. ¿Qué coño hago aquí? ¿Por qué sigo con esta farsa? ¿Verdaderamente merece la pena el ponerse así?, y más, muchas más, dónde va a parar. Actuar sin pensar, hablar sin un filtro por el que pasen todos esos pensamientos, a cada palabra aumenta la mierda que va cayendo por una cuesta cada vez más empinada y cada vez con más mierda. ``Achús´´ y ya la hemos liado, un estornudo de palabras que solo nos deja con el moco fuera y sin un mísero clínex con el que limpiar esa vela, esa larga y vergonzosa vela que cuelga cuando discutimos. El dolor de decir algo que verdaderamente solo decimos por joder en ese momento, por hacer daño e inconscientemente nos hacemos daño a nosotros mismos, nos herimos y nos estornudamos en lo alto. Somos lo peor. Si en una discusión la otra persona lleva la razón nos arrepentimos y rápidamente buscamos su consuelo, su abrazo y su gesto de aceptación de la disculpa. Si en una discusión llevamos la razón, no daremos nuestro brazo a torcer ante nada, y si finalmente la otra persona se arrepiente, por pena, la daremos un  abracito. Somos repugnantes, discutimos por discutir para por fin luego poder decir que uno lleva la razón sin más. Claramente, odio discutir, lo odio. Lleve la razón o no la lleve, prefiero enfadarme del todo y para siempre o no hacerlo, pero sinceramente, ¿discutir?, no gracias.

2 comentarios:

  1. Dudo del acuerdo en el que verdaderamente ambas partes salgan al 100% contentas.

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  2. Bueno,nunca llueve a gusto de todos.Eso si,creo que no hay nada mas sano para el intelecto que un debate.

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